Una de las formas en las que puedo sobrevivir a las visitas al supermercado con mis dos hijas es comprarles “sobornos” de uno o dos dólares, como varitas mágicas de plástico, lapicitos o burbujeros. El otro día, en una de estas hazañas, Liila me pide uno de estos ponies con peinados de los ochenta. Miro el precio: 2 dólares. “Si”, le digo. “¿Lo puedo abrir? Por favoooorrrr” me dice con sus ojitos de que si le digo que no soy una malvada sin escrúpulos.“Primero tenemos que ir a pagarlo, hija”, le digo. “¡Apagalo, mami, apagalo!”:
Anuncios