El otro día se me vino un recuerdo escondido andá a saber en dónde. Creo que viene a cuenta del post que escribí sobre el saludo de cumpleaños de mi hermana. No era un recuerdo de algo que pasó, sino más bien de algo que sentí una de las primeras veces que volví a Argentina, cuando vivía en Barcelona. En el avión de vuelta, tenía un vacío enorme, que se sumaba al de decir adiós, pero era otro. Esa sensación era el fruto de ver que tanto mis seres queridos como yo, evitábamos el enfrentamiento, porque solo teníamos equis cantidad de días para disfrutar juntos, y mejor disfrutarlos que pelear… y yo veía a esa falta de enfrentamiento seguido de charla, ese “dejar pasar” las cosas, como un proceso de volver las relaciones más “irreales”. Temía que, en la pérdida de la cotidianeidad, se perdiera tambien la profundidad. En mi experiencia, cuando conocía a alguien, la relación se profundizaba más con la resolución de conflictos que con el mero conocimiento del otro a través del compartir.
Pero después me tocó vivir en un país sajón. En esta cultura, el enfrentamiento es evitado a toda costa, las personas se mueren antes de decir lo que realmente piensan, ven las peleas como una demostración de falta de autocontrol y a las charlas “difíciles” como equivalente a motivo para no responder llamadas. Me llevó mucho tiempo entender que, en muchos casos, el evitar el conflicto es su forma de cuidar la relación. No se pelea para no perder amistades, para evitar momentos incómodos, para que la otra persona no se enoje y se vaya. Prefieren evitar a esa persona un tiempo, hasta que se les pasa el enojo, y despues todo vuelve a la normalidad, como si nada. Calculo que será porque en su experiencia las relaciones son más frágiles.
A medida que han pasado los años, me he visto yo también siguiendo esos comportamientos. Jugando con reglas que no son mías, aprendiendo a descifrar claves, siguiendo protocolos aunque me parezcan ridículos. Porque no sobrevivo sin amigos. Y es cierto que en el primer mundo no se viven situaciones de tanta intensidad, o urgencia… y las relaciones son como más “light”, ¿vió? Pero siguen siendo valiosas. Y por lo menos en mi caso, imprescindibles. Y hasta se aprende del autocontrol y el protocolo.
También supe que no importa el tiempo ni la distancia, esas relaciones que se forjaron de corazón a corazón sobreviven a todo. Pero pocas son las que he forjado después de salir de casa.
Bien. Entonces, aquí viene mi pregunta: ¿Quién de ustedes sintió o siente lo que yo? ¿Cómo describirían a sus relaciones en sus países adoptados? ¿Sienten que todavía les falta esas relaciones más profundas? ¿Cuál es su experiencia?
No es de chusma que lo pregunto, sino por interés, y como forma de sanar. ¡Les paso la pelota!